miércoles, 6 de febrero de 2008

martes, 1 de enero de 2008

martes, 25 de diciembre de 2007

Contraflor más contraflor

contraflor: el mazo entró por la cerradura dé los dedos y se deslomó en una rima de almanaque y ocultos fuegos de artificio

De lejos

Antes de zarpar la estatura del pañuelo
él triza su piel que está en el norte
como si arrancara un sonajero de la tundra inmensa.
Entonces llaman a su cielo raso
las dentaduras que remueve el viento
y por allí un escándalo de hijos
entornando el olor de la nostalgia.
-la fugacidad de la botella y diez leguas
bebiendo distancias al reloj-
Sólo habría que descielar un hola en esas aberturas
para que él sirva más sidra en el vaso de enfrente
y el primer lápiz del año
no sea un estampido punzante
como una cuna lejos

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contraflor: esa guardería de naipes atentó contra el oxígeno de sus tecla

De costumbre

Presiente el rincón donde amanece tu pelo
todos los olvidos de costumbre.
No tener noticias de tus labios revueltos,
no viajar al estribillo de tu sexo
y ese pelo de bardas sin memoria
aferrado al aire de mis uñas.
Para que al menos la palabra,
para que al menos la palabra

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contraflor: y para llegar a otra mano se tomó una historia desnuda

De regresos
En el desconcierto de esa mitad de diente
que pelea a oscuras con tus piernas:
el desalojo forzado de nuestras geografías.
Asoma una dulzura desmantelada
en cada migración de tu saludo.
A sólo un instante del regreso
-en el umbral de la desaparición ilegal del asombro-
asesinás otro beso con tu lágrima extranjera.

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contraflor: mientras daba, el mozo sirvió otro lápiz y papel

De vino
Supongamos que la piel no fuera cierta,
que todo es polvo mirando de costado
y esa mujer
arrodillando su vagina hace un enroque de liturgias
para asaltar los pormenores de esta noche.
En este sur de monólogos jaqueados
no hay contorno más fugaz
que un vaso de vino

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contraflor: le tocó cantar, pidió acompañamiento


De prestado

Ya cuando el siglo no puede abarcarte
ni me queda una carta, una locura en el cordel,
este territorio desabraza.
Cada lejanía es una ferocidad acechante
donde es tarde para que volver sea temprano.
Tal vez un último no
pudo destemplar esta bahía de gestos,
esta mendicidad de te quieros
cuando el once
es un títere de algún recuerdo ileso.
Los años que te mando en estas líneas
no alcanzan para decirte amor
y son prestadas esas cuatro letras

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contraflor: barajó otra vez y quiso dar de nuevo una carta que
tuvo una exigua muerte postal

De la parca aledaña
Una murga desalojada
se golpea entre los muebles de mi boca
mientras adentro -entre el lagrimal y la puteada-
busco negociar
la noticia que decapita el aire
y la apuesta de ayer de encontramos pronto.
Acaso me podrían decir cómo se hiere esta desolación
con los pedazos donde te has quedado

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contraflor: por el río limay venía navegando una patagonia con manuelitas de pehuajó a parís

De momento dado

¿Cuándo se supone que ella o él
desobedecen la pólvora del sexo
para no perder de vista al enemigo?
¿En qué paciencia ella marca la contradicción
señalando con el índice del pelo
y él planta una historia de dedos en V en el desayuno?
¿Qué estado de la caricia
es una pegatina de panfleto dulce
y caben más de una pancarta en las diagonales de sus pechos?
En qué momento dado
ellos se duermen
y permiten que la indiscreta de la almohada
cante
ete robó un huevito
ete lo cocinó
ete lo peló
ete le puso la sal
y ete pícaro ladrón
se lo comió se lo comió se lo comió

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contraflor: montó despacio su estridencia pero como a la cucaracha le comieron los dos recuerdos de atrás

De juguete

Sería cómico besarte ahora
enredando un poco más el tiempo
para saltar el renglón hasta mañana.
De nuevo postularme a tu sonrisa,
vestir tus grutas de sanjuanes,
abrir el salvajismo de tus ojos cerrados.
Pero hay una lluvia al trote
en estas ignominias barriales de mis manos.
Tu boca es un juguete
deshabitado
y llego en telegrama a mis labios

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Contraflor más contraflor

El mazo entró por la cerradura de los dedos
y se deslomó entre una rima de almanaque
y ocultos fuegos de artificio.
Esa Guardería de naipes
atentó contra el oxígeno de sus teclas
y para llegar a otra mano
se tomó una historia desnuda.
Mientras daba
el mozo sirvió otro lápiz y papel.
Le tocó cantar,
pidió acompañamiento,
barajó otra vez
y quiso dar de nuevo una carta
que tuvo una exígua muerte postal.
Por el río Limay
venía navegando una Patagonia
con manuelitas
de Pehuajó a París.
Montó despacio su estridencia,
pero como a la cucaracha,
le comieron los dos recuerdos de atrás.
Se desabrochó la poesía:
desde un telegrama
el despido terció en su rompimiento.